Formas de llegar

Hola… ho… hola, ¿me escuchás? Hola, ¿ahí? Hola, no, te quería… hola… te quería pedir perdón por lo de… no, pará, en serio te quiero pedir perdón… No, lo que pasó ayer pasó, ya sé, y lo que dijimos lo dijimos, pero la vida sigue y… Bueno, che, te llamé yo, ¿me vas a dejar hablar? Si no cortamos y ya está… No, pará, no cuelgues, escuchame un poco, por favor, ¿dale? Listo, gracias. Bueno… Yo sé que parece siempre la misma película, y capaz que es cierto, que es siempre la misma película, puede ser. Pero en todo caso, ¿esto es el nudo de la película? ¿Ésta es la gran trama, la gran cosa, lo que nos tiene que importar de la película? ¿Acaso es el final de la película? Yo creo que no, y yo quiero que no. ¿Está bien? No, no es todo lo que iba a decir, ¿por qué no me dejás hablar, negra? Si yo quiero arreglar las cosas acá… Negra, ¿hace cuánto nos conocemos vos y yo? ¿Mil años? ¿Dos mil? Ah, bueno. No, porque hablás como si me conocieras de ayer nomás… Claro, está bien, pero resulta que vos sos mi vida, entonces… Viste que uno a veces se puede lastimar a sí mismo y muy fiero, pero eso no quiere decir que uno no se quiera ni que uno no quiera estar bien, ¡uno quiere estar bien, pero a veces se equivoca! ¿Te acordás cuando éramos chicos, que me tiré del carro, adónde íbamos? Cierto, íbamos a los torneos infantiles, en Roma, y vos me habías llenado la cabeza con que era en el circo y los nenes teníamos que competir con los leones. ¡No había dormido en toda la noche del cagazo! Entonces lo mejor que se me ocurrió fue eso, escaparme de ese miedo de un salto, sabiendo que atrás venían más caballos y me iban a arrollar… Bueno, a lo que iba es a que uno se puede equivocar así y lastimarse, pero si uno no se perdona… Tenés razón. En eso tenés razón. Pero lo que yo te quiero pedir es que pongas un poco las cosas en perspectiva. Lo que pasó ayer pasó, y sí, no era la primera vez, me acuerdo perfectamente la primera vez porque fue exactamente el mismo día que empezó la cuarentena general por la peste. No, ésa no, ¡mucho después fue! La negra digo yo… la jodida. Pasó lo que pasó a la mañana y a la tarde ya estábamos encerrados en la casa, que en ese momento era “la nueva casa”… Te acordás… Ahí hicimos el amor por primera vez, después de tanto, tanto, pero tanto tiempo. Es que ahí sí creíamos que nos íbamos, era el final final. Y sin embargo, acá nos ves, yo el mismo tarado, vos la misma luz… no, pero si es así, y siempre te dije que es así, eso no me lo podés negar. Esto lo tenemos que superar, negra, si ya las pasamos todas, lo que no quiero es que pase como cuando por culpa de ya no sé qué te quisiste cruzar el Atlántico sola, y lo único que me quedaba era mandarte cartas infinitas con i de infierno que no sabía si te llegaban y cuándo y era vivir como tirado por cadenas para atrás, en la espera eterna, queriendo salir de un raje adonde fuera que me dijeran tu nombre, y era obvio que iba a pasar, que en algún momento un barco se iba a hundir con la carta en la que vos me estabas avisando que ahora te tenía que escribir a pero yo justo había tenido que, y fueron décadas y décadas de morirme despierto, negra, no quiero nunca más un desencuentro como ése, y ahora cada vez que nos pasa esto a mí me agarra la desesperación de que nos separemos de nuevo así, me quedó en el alma una de esas cicatrices que con el frío te vuelven a doler, ¿viste? ¿Hola? ¿Me escuchás? Hola… ho, hooola, que no se corte, por favor negrita, ¡hola! ¿Ahí me escuchás? Uf, celulares de mierda, ¡te quiero ver! Por lo menos con las cartas se leía todo, ¿no? Si llegaba, se leía todo, y estaba todo ahí, escrito, imborrable. ¿Vos tenés todavía esa carta, de cuando te encontré? Que casi no la mando, porque ya estaba tomándome el tren con una valija con nada, con lo que encontré a mano en cuanto me convencí de que era cierto… pero claro, ¡qué tren si trenes no había todavía! Claro, no se había inventado… qué bárbaro, entonces fue un carruaje lo que fui a buscar, estaba enardecido, adrenalina pura, era un caballo corriendo porque atrás se le desmorona el mundo… pero antes de salir, te escribí esa carta. Con el fuego subiendo. Se incendiaba la casa, el fuego trepaba mueble por mueble, y yo escribía. La casa era mi pecho. El fuego era este mismo que nunca se apagó, negra, el que me dice que te quiere ver ya y que cuánto más, y que estamos en la misma, con un celular o con una carta o con señales de humo estamos siempre lejos vos y yo, eso siento ahora… y si la culpa la tengo yo, si querés me corto las venas, y que venga de nuevo el cura aquél que me hizo encerrar en ese loquero de mierda, y fui yo el que lo tuvo que cuidar cuando el tipo era tan viejo que no se podía ni limpiar la mierda del culo, y yo esperando todavía para salir de ahí y volver a verte, y vos que debías estar viviendo tantas cosas, conociendo tantos amores que yo… Es larga la vida, negra. Yo me cansé de todo. Me cansé y me volví a emocionar y me volví a cansar otra vez. Todo. Pero si hay algo que sigo queriendo como si fuera un nene romano en penitencia porque besó a un esclavo… ¿te acordás? (risas) Si hay algo que me hace seguir siendo ese nene, después de todas estas vueltas, con esta mochila encima del alma, si hay algo sos vos, negra, y son las ganas de verte. Vos anulás los siglos, anulás las penas, las muertes, esta soledad de ser la piedra que mira el río, negra, ¿a cuántos amores habremos visto morir a esta altura? ¿Hace cuánto dejamos de contarlos? Esto podría haber vencido a cualquiera, debe haber vencido a muchos, quién sabe, pero ¿yo? Yo sé por qué me la banqué, por qué me banqué ese loquero que parecía un campo de pruebas para pensar bien cómo hacer la Inquisición después, y sé por qué me banqué ese siglo entero de esclavo en esa tierra de salvajes, cuando tuve que matar al hijo de puta que te había ultrajado en Rávena y me tuve que rajar y toda la historia, esos años sí que los conté, negra, fueron ciento catorce años laburando una huerta de mierda al borde del Báltico y encima sin saber qué había sido de vos, si estabas bien, si habías leído la carta, ja, otra vez la carta, que te había dejado en la tortuguita de cuando éramos chicos, la de mamá… Sabés qué loco, el otro día, no te lo conté esto, me había olvidado por completo, pero… Estaba en un hotel con la televisión prendida, y pasaban uno de esos subgéneros del noticiero que son los programas “de divulgación científica”, ¿viste?, y el tema era “Roma antigua“, ja, para cantarse un tango, ¿no? Bueno, estaban hablando de no sé qué excavaciones por España, y adiviná la tortuguita que mostraron en cámara, exhumada en la región de no sé dónde… ¿me escuchás? ¿Hola? ¿Estás ahí? ¡Hace cuánto que estoy hablando solo, la puta madre! Bueno, le escribo un texto… Menú… Mensaje nuevo… Añadir destinatario: Negra.

Esta obra recibió el 2º Premio en la categoría Cuento de la Bienal de Arte Joven de La Plata, 2011

Apología

Yo estaba ahí cuando cayó la noche.
La vi atravesar herida los matorrales.
Sentí sus aullidos, pero no quise entender
las palabras que gemía, por respeto
y por temor a no olvidarlas nunca.

Yo vi cuando cayó la noche,
le dispararon por atrás
como hacen los cometas cobardes
–polizontes astrales incapaces de dar calor–
y ella parecía saberlo de antemano,
un velo de paz le cubría los ojos
como a esos que perdonan a sus asesinos

y vi a la noche caer acribillada
y no de estrellas... de antorchas fanáticas
que trazaron medicinas mientras duró la agonía
y se hundieron de cabeza en la arena como botellas
–como sacrificios de luz–
como los párpados cosidos de un santo.

Pero la noche ya estaba lejos.
Yacía boca abajo y apenas se sacudía
y su único ojo clavado en mí
me confiaba el testimonio
la epopeya o triste elegía
que vierto en garabatos ante este tribunal
sin haber encontrado antes el río de agua blanca
que lava los recuerdos hasta hacerlos espuma
–barba de cielos, jinete de mares, vello de lunas–
donde el yo hace su baño de inmersión en el todo ser.

La noche era inocente, su señoría.
Bien lo sabemos todos.
¿Quién no fue a comprarle cigarrillos de contrabando
y volvió con un barrilete en forma de mandala?
¿Quién no fue su nieto o su pretendiente?
¿Quién no miró sus piernas y tragó saliva
ni sostuvo su blanda nuca de bebé en la mano
y dijo que sí con la cabeza al escucharla?

Al charco de sangre que brotó de la noche
lo llamamos agujero negro
o aljibe invertido
y arrojamos piedras en él y nos tiramos de cabeza
y algunos no hemos vuelto de ese otro lado.

El revólver que fue hallado en sus manos
fue plantado por los corruptos sabuesos del sol.
Que se arranquen la lengua antes de nombrarla.
El cuchillo de su cinto es otra cosa...
¡Lo llevaba desde la cuna!
¡Con él abría el tajo en el cielo para entrar!
¡Con él picaba a los lobos cuando quería concierto!
¡Con él tronchaba el corazón de los hijos
que le sacrificaban hace no mucho en altares
y hoy en callejones, en calabozos y bares!

Cayó con las botas puestas, corriendo como un lince.
El viento que no cesa es el eco...
es el eco.
Lo que corresponde es tapiar las ventanas
y prender fuego las casas
con nosotros dentro.

Por si no lo han descubierto:
sepan que yo disparé la flecha
a la flor de mil pupilas, en el centro
... en el centro.
Yo que la amé como aquí no se conoce.
Yo, que la adoré como una hormiga a una naranja,
que la necesito como un rey a su espejo,
yo solté la cuerda entre mi ojo y su pecho
porque sabía que venían a toda marcha los carros
–anunciados por heraldos de barba roja–
y traían al terrible emperador al hombro.

Estaba rodeada, no había salida.
Así que antes que burlones verdugos
me adelanté a abrirle yo la puerta, con reverencia
y ser la alfombra y el cadalso
y el culpable
y sé que ella estaría orgullosa

aunque eso no importe nada.

Aunque a la vuelta de esta esquina
encontremos la canasta abandonada,
escuchemos el llanto de un hambre nueva
y no recuerde nada, y crezca hasta ser reina
y como una araña envenene a los gallos
y nosotros repitamos los ritos.

¿Cómo no ahorcarla con estas manos
que son el cuenco del río negro?

Noviembre

Mes en el que aparecen gatos en tu casa y se muere tu novia y hay elecciones en la universidad y componés tres canciones que tu novia no va a poder escuchar y en que aparecen las llaves que perdiste y te llama mucha gente que cómo te sentís y que lo que necesites y en que llueve semanas enteras y luego hay sol quemante y luego vuelve a llover, tocás la guitarra y hay ferias de libros y artes adonde vas buscando sorprenderte porque la que te sorprendía vaya que te sorprendió por última vez y para siempre y necesitás ir viendo bosquecitos con movimiento propio para salir del pozo sin fondo del sólo pensar en ella, a la que le dedicás todo pero ya es tarde, noviembre mes tarde, mes sorpresa, en que el tiempo adquiere una nueva perspectiva, si se puede decir nueva, y si se puede llamar a eso perspectiva, los ojos rezan por un punto de fuga pero no hay dios ni fuga que no se evapore entre los dientes o siga allí por la mañana.

Mes que se te resbala por los dedos, dedos que por momentos te olvidás para qué sirven, ni te acordás que los tenés, mes en que todo termina y nada empieza, salvo algo que parece una cuenta regresiva cuyo rango es secreto para vos, parece pertenecer a una altura sagrada, que vos desconocés por naturaleza, porque te faltan algo así como reencarnaciones (aunque no son reencarnaciones sino imposibles) para llegar.

Mes que no querés que pase ni que se quede, que no querés, mes que te aplastó como a una mosca pero te dejó viviendo adentro del vaso, por pura diversión del ojo que mira y ¿se ríe? Mes en que conocés personas hermosas con las que querés llenarte pero no podés, en que recorrés una y veinte veces los mismos lugares cambiando sólo el momento del derrumbe y su prolongación, en que hacés llamadas a larga distancia sin pensar en cuánto estás gastando, en que le das tu amor a una gatita que llegó a la casa de los amigos donde fuiste a refugiarte como un lobo moribundo, con la que dormiste su primera noche bajo techo, a la que mimás como nunca antes a un animal, hasta que empezás a pensar estupideces como le dicen ahora, tristes alucinaciones de la presencia de tu novia en la gata o en un sonido o en un silencio o en un accidente o hasta en el más ínfimo bicho que se te acerca y te hace dudar si lo matás o no porque podría ser ella que viene reencarnada a buscarte, a estar cerca tuyo, y cómo te aliviaría creer esa estupidez como le dicen ahora, cómo deseás creerla y volverte loco al fin y descansar del dolor hasta que muera la pulga o la gata o te mueras vos, porque vos también estás entregado y lo sabés y ya no importa, es más, haría bien en apurarse la guadaña, pensás en noviembre.

Mes en que encontrás una revista con los cien mejores guitarristas del siglo y no la leés, la dejás tirada en la pieza donde ves películas o recitales de Pink Floyd, y la gata tiene parásitos y la llevás a que la vea tu amigo veterinario y ahí en el negocio ves una computadora y ya querés escribir su nombre por enésima vez en el buscador para ver los mismos resultados de siempre, el mismo video con la canción que no está tan buena pero qué bien cantada, qué prodigiosamente, y no pensás en otra cosa que mostrársela al veterinario y al pintor que trajo la gata a la casa de noviembre, todo sea por hacerle una caricia ultraterrena y un tributo a la cantante que se perdió el mundo, pero no te da el cuero, apenas con imaginar la cara que van a poner, no te gusta incomodar a la gente, al menos a la que vos querés, entonces sólo ponés el video de la ucraniana que también hace magia pero con los dedos y nada más, retratando la invasión nazi y la resistencia con arena, dibujos en movimiento, efímeros, y después te vas a pegar carteles en busca de un baterista para la banda de rock que empezaste a hacer cuando la conociste a tu novia, años hacía que giraban los proyectos en tu cabeza solitaria pero cuando la conociste a ella y su energía y su voz y su mirada y su pelo raro tan lacio y brillante rodeando sus ojos que nunca se quedaban sin su delineador negro, ni de día ni de noche de ningún día, cuando aceptaste sin dudar su invitación a ver El lado oscuro del corazón aunque ya la habías visto y ella también y cuando entraste a la casa descubriendo que ya habías estado ahí haciendo música alguna vez, horizontes antes de ella, cuando subiste la escalera y entraste a la pieza y la escuchaste cantar y contarte tantas cosas y le cantaste y le hiciste el amor y le leíste y la miraste y la abrazaste y pasaste del vino al mate y de la noche a la mañana y te quedaste tres días seguidos mientras afuera crecía la epidemia de gripe y todo el mundo se infectaba o se encerraba o las dos cosas y vos no podías pensar en salir y estar sin ella y sólo se despegaron cuando ella se fue a Azul y a vos no te daba todavía para decirle que ibas con ella, te quedaste en el chiste de que te metiera en el bolso pero la despediste con tanto amor y ella también ya estaba enamorada de vos y la saludaste desde abajo del micro con tanta euforia, haciendo todas las payasadas que se te venían a la cabeza y eran muchas, hasta que viste en su cara un gesto de ya está bien y el temor te cortó la inspiración y la dejaste ir pero tu piel la seguía sintiendo, era increíble, días y días sin ella pero seguías sintiéndola como si nunca te hubieras ido de la pieza, como si en algún canal invisible de la realidad hubieran seguido conversando sin parar, y le escribiste por acá y por allá hasta que la encontraste y ella también pensaba en vos y pum, fuegos artificiales, recién cuando estuvieron así de lejos fue que empezaste a construir la banda, buscando gente, grabando tus canciones y escribiendo arreglos llenos de acordes para poder tener ensayos a los que invitarla y después recitales a los que fuera a verte, todo para que se diera cuenta de que vos también eras alto rockero y no sólo un poeta y militante y a lo sumo cantautor de esos que hay abajo de cualquier piedra, para conquistarla como ella te había deslumbrado a vos en unos minutos, tirándote un rayo de energía volcánica, una aleación estruendosa de imágenes góticas y melodías de colibrí, tenías que estar a su altura, tenías que correr, saltar y revolcarte por el piso sin dejar de tocar solos de estrepitoso atletismo, ¿por qué necesitaría eso para amarte?, pero vos igual te disparaste a hacer la banda diciendo “es por ella y es por mí” porque ella te hizo verte a los ojos de adentro, te hizo volver a ser vos y querer salir a ganar el mundo otra vez como cuando no habías perdido ni un perro, y ahora que ella no está no sabés bien qué hacer y no querés hacer nada, menos aún creer lo que pasó y que se confirma cada vez que ponés emilia romero en el buscador y sentís en la piel el tiempo que hace desde la última tarde que la tuviste enfrente, no te dan ganas de nada salvo de lo que más te acercaba a ella y más hacían cuando estaban juntos y que ella amaba cuando te amaba a vos y que vos amabas hacer con ella, música, aunque ahora no te dan tantas ganas como antes porque ella no te va a escuchar ni se va a impresionar con lo bien que toques o cantes, no vas a poder conmoverla con tus acordes y melo-días ni sacudirla con riffs de power trío, entonces cuesta bastante, pero te decís que ella quería que vos siguieras y que le gustaba tu música y hasta te ayudaba a conseguir instrumentistas con su alegría de cada minuto, cosa que hería tu orgullo pero alimentaba tu amor y vos agradecías demasiado poco, pensás ahora, ella quería que vos tocaras y le robaras la felicidad de los bolsillos, esa felicidad con la que hacía globos de chicle cada día más grandes, entonces hacer música sería estar con ella a la triste y falsa pero única manera que puede ser ahora y en la adrenalina condensada de disparar fiebre sobre un escenario podrías conectarte con la ella eterna, con la auténtica eternidad que es el momento vivido en el todo amor, y ahí, recién ahí, descansarías un poco de este dolor, pero para eso necesitás baterista y salís a buscarlo, pero de pronto te das cuenta de que hoy es primero de diciembre, ya es diciembre, te das cuenta, ya quedó en el pasado el mes en que ella se quedó, ahí sin más días, como si fuera una carrera a no se sabe dónde y ella un día se hubiera quedado sin nafta, no, pará, ella sin nafta es imposible, sólo tuvo un accidente y ya no pudo seguir, y vos quisieras creer que saliendo también de la carrera volverías a encontrarla, en la cafetería al costado de la pista donde descansan los asistentes y el público, quizás te la cruzarías todavía en el pasillo, o ya en la terraza o ya afuera, en el parque de atrás que se parece al parque de Azul que recorrieron juntos un sábado, con su andar vibrante y enamorador a rajatabla, cómo querrías que fuera tan fácil, pero ya hasta el mes quedó atrás y vos seguís acá y vuelve a llover como en noviembre, como en las noches encerrados en su pieza en que vos sacabas tus medias y zapatillas por amor al sentido del olfato pero sobre todo por orden de ella y a la mañana estaban ahí empapadas, y vos te ponías las pequeñas ojotas rosas para bajar a calentar agua o cambiar la yerba o volver a calentar el agua mientras ella ponía otro tema de otro disco de Siouxsie o los Pixies o su amada Cura o Bowie o Rush o Korn o El Otro Yo, pero el otro yo aparecía siempre cuando terminaban los temas, nos encantaba Alegría, los niños cantan en el funeral, los niños ríen mientras llorás, decía la letra en nuestras bocas, te encantaba emilia te encantaba flaco, ya muy poca cabeza de radio escuchaba ella justo cuando vos empezabas a sintonizarla, pero a ella le traía un pasado que habría que ver en qué y cuánto se parece al pasado que te trae ahora a vos, es diciembre, Radiohead lo escuchabas en el pasado, y ella se queda ahí también mirándote a través de un vidrio, y vos no querés dejar de mirar el vidrio, no querés dejar de escribir sobre noviembre aunque noviembre ya haya terminado y vos estés de este otro lado, pensás que vas a poder seguir sacando recuerdos y enganchándolos infinitamente hasta que se termine la vida o por lo menos el mundo pero cuánto más podrías estar yendo de espaldas para no dejar de mirar hacia el vidrio antes de tropezarte y sangrar por la nariz con la tristeza de que eso no alcanza para matarte pero es suficiente para joderte un poco más la vida y así no vamos a ninguna parte, ni siquiera al altar de su memoria y su magia, hasta cuándo entonces, flaco, qué hacemos con este después que crece.

Este cuento recibió el 1º Premio en el Concurso Nacional de Cuento y Poesía de la Municipalidad de Azul en 2015.