Massa o Milei (a quien corresponda)

Estas palabras van dirigidas a las y los argentinos que aún estén pensando qué hacer este domingo en el balotaje presidencial. Quienes ya decidieron su voto, no creo que vayan a cambiarlo a esta altura y calculo que encontrarán en mi pensamiento motivos para elogiarme o para odiarme, según el caso. Y la cuestión del odio que se está moviendo alrededor de todo esto es el primer punto que me inquieta, que me mueve a actuar, aunque más no sea por este medio, para poner mi grano de arena en el cauce de este país, que ahora es más que nada el país de mi hija, el país donde quiero que crezca sana, libre, plena.

Si aún no decidiste tu voto, o no sabés siquiera si ir a votar o no, es porque, igual que a mí, ninguno de los candidatos te convence. Porque te parecen más de lo mismo, Guatemala y Guatepeor.

A uno podemos decir que ya lo conocemos, está en el gobierno desde hace un tiempo, antes estuvo cerca de Macri, trabajó para el alcalde de Nueva York Giuliani… Es decir, ni siquiera se puede decir que sea peronista; es más bien un empresario de la política, un proyecto de CEO que jugó muy bien sus cartas todos estos años sin quemarse para llegar a tener esta oportunidad. Y, sobre todo, no me olvido de sus palabras el año pasado, cuando el gremio del neumático hizo un paro total reclamando un salario digno: «Si mañana no levantan el paro abrimos las importaciones». (Ver noticia)

Está claro que como gobernador no piensa en los trabajadores, por más que en la campaña electoral haya entregado beneficios que no se sabe por qué no se le habían ocurrido antes, por más que ahora haya dirigido el mismo tipo de extorsión a las empresas de combustible… El verdadero rostro de Massa (si lo tiene) se oculta detrás de la fecha de lanzamiento de su candidatura, y francamente no es nada promisorio en cuanto a salir de la crisis económica y social del país. Si escuchaste el último debate presidencial, sabés que su programa económico para pagarle al FMI pasa por reventar los recursos naturales, desde el litio del NOA hasta el shale oil de la Patagonia, incluyendo el petróleo que ya están empezando a explorar en el mar… Bastante caro nos va a salir así pagar esa deuda que ni siquiera hay que pagar porque no es nuestra, porque no la pedimos (ni siquiera los votantes de Macri, que en campaña no habló de ningún préstamo del FMI, por supuesto), porque ese préstamo del FMI fue una estafa monumental al pueblo argentino, que no sirvió para construir escuelas ni hospitales ni para pagar un sueldo sino para enriquecer a los millonarios que participan en la timba financiera. En fin, éste es a mi modo de ver el panorama con Massa presidente. «Mal, pero acostumbrado» diría Inodoro Pereira.

Y ahí está el otro, a quien podemos decir que no lo conocemos, porque llegó a la política de un día para el otro, invitado a programas televisivos donde exponía ideas en la línea de la ultraderecha que está proliferando desde años en Europa y Estados Unidos, últimamente en Brasil… Un economista disruptivo que a los medios de ambos lados de «la grieta» les convenía difundir: a los de derecha, para correr la agenda política hacia su lado con un tipo que hablaba del liberalismo más radical, borrar el Estado del mapa, vender órganos, armas, etc., y a los oficialistas (al kirchnerismo) les convenía difundirlo para «dividir a la oposición», para debilitar al macrismo… Vaya que les salió bien a ambos, el experimento se salió de cauce y le ganó a la derecha tradicional, que al día siguiente (literalmente al día siguiente) se alineó con él. ¿Entonces qué representa? ¿Quién es? ¿Adónde va a llevar el país?

Ésas son las preguntas que tenemos que hacernos para decidir si lo votamos o no. En las PASO, en la primera vuelta, vaya y pase votar con las entrañas, votar por calentura, apostar por algo distinto, etc. Pero el balotaje es una definición que amerita pensar a fondo la cuestión, imaginar concretamente los escenarios de país que propone cada uno, porque se juegan los próximos cuatro años o más, se juega el futuro del país. En el 2015 hubo otro balotaje, que se definió por un margen ínfimo, y esos votos de diferencia pusieron a Macri en el sillón presidencial. Esos votos de diferencia le dieron a Macri el poder para endeudar al país con el FMI (¿para qué?, ¿qué se hizo con esa plata?, si no nos ponemos a averiguar eso mejor ni vayamos a votar, porque sería como ir a apostar al hipódromo sin preocuparnos por saber cuántas patas tienen un caballo).

A ese expresidente que nos hizo a la mayoría un poco más pobres, este tal Milei lo denunciaba como parte de la «casta» responsable de la crisis argentina. Eso fue hasta la noche de las elecciones que perdió. Al día siguiente hizo un pacto con él para ganar este balotaje. ¿Para hacer qué con el país? Ahora no queda tan claro, porque después de la primera vuelta electoral empezó a barrer casi todos sus planteos bajo una alfombra de misterio muy parecida al ininteligible (por inexistente) proyecto económico de Patricia Bullrich. Massa no dejó pasar la oportunidad de poner en evidencia el rotundo viraje en la campaña de Milei y en el último debate pasó revista a casi todas sus polémicas promesas con la pregunta «¿sí o no?».

Y ahora no sabemos si Milei va a dolarizar la economía o no, si va a liberar la venta de armas o no, si va a liquidar la educación y la salud públicas o no, si va a legalizar la venta de órganos o no… Lo único que sostuvo en el último debate (y ya es suficiente) es que sí va a destruir el Banco Central y a desregular el mercado argentino, o sea, desvincular al Estado de todas las exportaciones e importaciones… Pensémoslo un momento, cómo sería un país así. Cuesta imaginarlo, porque no hay país en el mundo que funcione así, y no porque sea una idea fenomenal que a nadie se le había ocurrido y que sería interesante poner a prueba, sino porque la idea no tiene sentido alguno. Es por este tipo de planteos «libertarios» que prestigiosos economistas del mundo dicen que su plan es una locura absoluta, y es por este tipo de cosas que afuera de Argentina los humoristas le sacan el jugo a Milei como personaje desopilante, burlándose de él como John Oliver en Last Week Tonight por HBO. De hecho, este famoso conductor expuso la idea de arriba, en respuesta a un libertario entrevistado que decía: «Milei es algo diferente, no se había probado todavía»… John Oliver responde: «muchas ideas no se han probado aún, como no probamos geriátricos con trampolines o dejar que un mapache sea jefe de cirugía, y eso es simplemente porque son malas ideas».

Podría extenderme horas sobre la importancia de tener un Banco Central, de tener una moneda propia, de la regulación del comercio exterior por el Estado… De esto último voy a decir algo, ya que uno de los pocos puntos del programa que Milei no negó en el último debate:

El control estatal del comercio exterior es algo así como el sistema inmunológico del país, es la forma que existe de protegernos de que entre (y salga) cualquier cosa; implica una protección sanitaria (básicamente que no entre veneno, que no entren armas químicas, etc.), una protección económica (porque si no hay impuestos a la importación la industria argentina queda en competencia directa con la industria china o la india o la alemana y entra en bancarrota) y también económica-nutricional (porque si no hay retenciones y restricciones a la exportación de alimentos, los dueños del campo argentino exportarían todo el grano y toda la carne para llenar sus cuentas bancarias con dólares y lo que quedare de carne en los supermercados del país se vendería al mismo precio que se vende en Europa, o sea que sólo la clase alta podría comer carne). Eliminar el rol del Estado en el comercio es una idea pasmosamente ignorante sobre el funcionamiento de la economía internacional, e igual de ignorante es contradecirla en el mismo discurso como lo hizo Milei al agregar que «no comerciaría con países que no sean democráticos»… Es decir que el Estado no intervendría en el comercio con los países a los que quiera entregar la riqueza nacional, es decir casi todos, pero con los que ideológicamente no sean de su gusto el gobierno romperá su propia regla e intervendrá para que no haya comercio.

De la dolarización creo que ya no hace falta hablar, porque se ha explicado bastante por diversos medios que dolarización no quiere decir «1 peso = 1 dólar» como ocurría durante la convertibilidad de los ‘90, sino una conversión a cual fuere la cotización oficial del dólar al momento de destruir la moneda nacional. Aunque Milei en el último debate jugó sutilmente con ese equívoco, hablando por arriba de la convertibilidad y del 1 a 1, evocándolos como los «buenos tiempos» del país, para que el oyente lo asocie de manera subliminal con su plan de dolarización.

Sólo quiero agregar un punto más, si todavía estás ahí leyendo, si todavía sirven estas palabras para ayudarte a tomar una decisión mañana: no es una circunstancia menor que la candidata a vicepresidente reivindique la última dictadura militar. No es un rumor, no es algo de contexto: lo hace de manera explícita, y así lo entienden sus seguidores más radicalizados, disparando amenazas y gestos fascistas como los que hicieron de este país un infierno durante los ‘70. No es una integrante más de ese partido, es la compañera de banca de Milei en Diputados, está en un puesto central. Es lo que está detrás del reciente atentado fallido contra CFK. No podemos dejar que eso vuelva al gobierno, ni en figuritas. Nunca más.

Confío en que la democracia es el límite para las y los argentinos. Como lo fue cuando la Corte Suprema quiso dar el 2×1 de prisión a los genocidas, y fuimos más de un millón de personas en la calle para pararles la mano. El balotaje de mañana ya no es entre dos proyectos políticos en el marco de la democracia, sino entre democracia y fascismo, entre un partido democrático (corrupto, por supuesto) y un partido pro-dictadura. Antes de convertirse en dictador, Mussolini ganó las elecciones. Hitler también, ganó las elecciones y luego incendió el parlamento. Milei está lejos de tener el poder o el contexto o acaso el talento político de aquellas figuras como para ir tan lejos, pero no se queda corto en lo violento ni en lo desquiciado.

Por favor, no lo votes. Ya tiene más de 30 diputados y 7 senadores, es más que suficiente para ver cómo se comporta esa fuerza política en los próximos años, más que suficiente poder de fuego parlamentario, capacidad de proponer leyes, de vetarlas, para una fuerza política hasta hace unos años inexistente, y nutrida con figuras que parecen sentarse a pensar qué es lo más repugnante que todavía no es ley para ir a la prensa a proponerlo.

El cuadro es preocupante, por decir lo menos. No hay remate, el remate es mañana. Ojalá que pronto todo esto no sea más que una anécdota desopilante que contarle a nuestras amistades de otros países, o a nuestros hijos y nietos, cuando vuelvan o estén por ir a la universidad pública y gratuita.